lunes, abril 24, 2006

Lorenzo Sucre: El Nóbel Venezolano (1909-1996).

Recientemente se han cumplido 10 años de la muerte de Lorenzo Sucre, el más grande escritor que haya dado este país y el único venezolano ganador del premio Nóbel de literatura. Dada la ocasión, y por ser uno de mis autores preferidos, he querido hacer un breve repaso en torno a su obra y vida.
Siempre me llamó la atención el que su muerte fuera una especie de no-evento, dado lo grande de sus logros. Creo que a sus 87 años Sucre se había transformado en una reliquia viva que apenas recordaba el porqué de su fama, viviendo su última década en medio de la jungla y sin participación alguna en el mundo.
De alguna forma ya estaba muerto. Todos nos habíamos quedado con la imágen legendaria que forjó al principio de su carrera...¡ y vaya imágen era ésta!. En mi mente lo veía así: Si en la literatura latinoamericana García Márquez simbolizaba para mí lo humano, Sábato lo demoníaco y Borges lo metafísico; entonces Sucre era lo divino, ni más ni menos. En lo que a mí respecta, él estaba fuera de este mundo y por eso fué capaz de crear en sus libros una representación tan desconcertántemente cierta de éste.
El conjunto de su obra se puede tomar como un catálogo de la humanidad, el más verídico testimonio de lo que fué el hombre en el siglo XX. Sucre trataba con una autoridad incuestionable todas las cuestiones que se decidía a abordar en sus libros; y no hay dos que se sitúen en escenarios similares. Su fuerte temático es el mundo entero, no hay limitaciones. Su lista de temas es interminable: El fin del Caudillismo y la muerte de Gómez, el asesinato en serie, Haití en la época de los Duvalier, la corrupción de la Iglesia Católica venezolana, la depresión, el juicio de un ministro argentino, la toma china del Tíbet, el mundillo del jazz latino, el Sida en Brasil, un romance situado en los llanos, la esquizofrenia de un niño...en fin, son temas que llegan a ser muy dispares, llenos de personajes que son de una variedad asombrosa.
Milán Kundera dijo una vez que:" ...desde el primer momento se hace obvio. De los escritores de ficción, Lorenzo Sucre es el que posee una mayor comprensión de lo que es el hombre(...) es el más hábil observador de la naturaleza humana...".
Fué el más brillante narrador de historias que yo pueda recordar, y como los más grandes, era claro que desde la primera línea él sabía hacia donde iba. Aunque fué un novelista que jamás escribió un cuento corto, a menudo se le comparó con los grandes de este género: Chejóv, Maupassant o Quiroga. Pienso que era por la total claridad de su voz; la voz de un creador, un dios que observa desde arriba el desenvolvimiento de un mundo y unos seres que son el fruto de su mente. Esa voz que lo sabe todo es un rasgo que compartió con los grandes cuentistas.
Ese punto de vista separado y omnisciente se explica perfectamente en un comentario contenido en una de las muchas cartas que Sucre dirigió a Jacques Lacan, el psicoanalista francés que sería uno de sus más grandes amigos. Sucre afirma:"...los novelistas deben desechar o apartarse en lo posible de los excesos neuróticos, deben ser fríamente analíticos y desconectados...".
Este estilo tan suyo hizo que los críticos apuntaran en ocasión a su fríaldad, pero su genialidad bastaba y sobraba para que cualquier lector se olvidara rápidamente de esto. Basta con remitirnos a Los dioses desconocidos o Conjeturas, dos novelas que le cambiaron la cara a la literatura venezolana de los años treinta.
Como buen cinéfilo, no puedo evitar el ver cierto paralelo entre la obra de Sucre y la de Stanley Kubrick. Al director también se le criticó su distanciamiento emocional, pero al igual que con Sucre, sus creaciones son triunfos absolutos de estética, estilo y forma. En mi mente es imposible acusar de frialdad a manifestaciones artísticas tan hermosas como las de estos autores.
Vale la pena resaltar el hecho de que Sucre, más que cualquier otro escritor sudamericano, revolucionó la escritura en todo el mundo. Sobre todo al publicar en 1947 su seminal libro Un sendero en la selva . Sucre había estado viviendo desde 1945 en una apartada casa en las cercanías de Esmeralda, en el estado Amazonas, en plena selva y a unos pocos kilómetros del río Orinoco. Al igual que Huxley, Sucre experimentó con algunos alucinógenos muy potentes. Como resultado, el libro fué escrito con una técnica nunca antes vista, un antecedete directo del cut up ampliamente usado por William Bourroughs, quien posteriormente se declararía muchas veces como su ferviente seguidor. Un sendero en la selva es una carta de amor al Amazonas, una viñeta impresionista hecha con palabras. Es su obra más particular entre todas las demás.
Sucre recibió el Nóbel en 1979, después de haber publicado 24 novelas. Lo asombroso es que lo recibiera antes de la aparición de la que sería su mejor creación, La imágen sobre el velo, de 1985. Es el retrato más fiel que se haya hecho de la Venezuela de finales de siglo, probando ser escalofriantemente profético al anunciar el cambio de régimen y las convulsiones que atravesaría el país a finales de los noventas.
Sucre huyó siempre de la atención del público, pero su encierro total se materializó en 1987, después de la trágica muerte de su hijo Abraham. Las circunstancias del hecho nunca fueron del todo aclaradas, pero la versión más aceptada es que Sucre le disparó accidentalmente a la cabeza mientras limpiaba su escopeta. A partir de aquí su vida se oscureció. Permaneció en la casa de Esmeralda sumido en la depresión y el trabajo de una novela que parecía interminable. Su contacto con el mundo era virtualmente nulo.
El final llegó en abril de 1996, un domingo de resurrección. Esa mañana Sucre completó el manuscrito de su última novela, El país sin descubrir, y lo colocó en un sobre para ser enviado a su editor. Almorzó, dió un paseo por la selva y se sentó a orillas del Orinoco para contemplarlo por un largo rato. Volvió a su casa al caer de la tarde. Tomó su escopeta, la misma que le había quitado la vida a su hijo, y se puso el cañón en la boca antes de halar del gatillo. Dejaba una desconcertante nota con dos líneas: "Ya terminé todo. Ahora debo irme de viaje".
Cuando leemos El país sin descubrir es que los eventos adquieren perfecto sentido; el país sin descubrir no es otra cosa más que la muerte. Ese es el destino de Sucre en su último viaje.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las realidades alternativas, esos universos paralelos que habitan en los otros, y que nada de paralelo tienen, pues los otros sin el falso velo del Otro siempre nos resulta tan fascinante, eso a condición de querer en verdad escuchar. Destacas en acto nuestra relación velada por lo escrito con nuestro entorno, el poder de un simbólico que Lacan en su última enseñanza desnuda en su Seminario 23. Que perla nos entregas hoy mi estimado amigo, que entre risas desconcertantes por la debilidad mental inherente a nuestra relación al lenguaje y nuestra empecinada condición de creyentes. Sobra decir que me ha encantado tu escrito y mas aun, tu puesta en acto de lo allí evidenciado, la reduplicación del velo en una letra que funciona como imagen que engaña. Bravo por tu creación. Será acaso el país desconocido, justamente el mas propio? Será también los otros sin mis velos? Un abrazo JFA